54.2 Sin complejos ni obsesiones y Fin
Fecha: 03/03/2020,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Albany, Fuente: CuentoRelatos
... final estaría mejor con alguien conocido que solo en el hotel.
Eran dos jóvenes alegres y más jóvenes que yo, al final tendría que ser yo, pensé en un primer momento, el que cuidara de ellos. Gustavo de veintidós años resultó un chico dominante y algo soberbio, distinto totalmente de su hermano Adolfo de diecisiete, tímido y apocado. Ambos eran hermosos de verdad y cada uno en su distinta forma de ser agradables en el trato conmigo.
El aire de aquellas tierras mantenía a Gonzalo en un continuo y frenético deseo de sexo que me traía loco haciéndome gozar continuamente cuando podíamos follar.
Llevamos dos días en una hermosa residencia de apariencia colonial y esa noche noté algo raro en su comportamiento, ya en la cena esquivaba mi mirada y eso me mantenía perplejo.
Cuando nos retiramos a nuestra habitación, después de una larga permanencia en la cena de rigor, con fiesta incluida hasta altas horas de la madrugada, comenzó a besarme como si estuviera poseído desde el momento de traspasar la puerta.
En un primer momento me dejé llevar por sus ganas y comencé a reír haciendo lo mismo que él y respondiendo del mismo modo con besos y abrazos llenos de fiebre.
Me llevó en sus brazos a la cama y comenzó a arrancarme, literalmente, la ropa. Su excitación me incitaba a mí también hasta que sin más preámbulos se sacó la verga sin quitarse la ropa, bajó mi pantalón hasta las rodillas e intentaba meterla sin más dilación en mi culo.
-Gonzalo, ¿no vas muy rápido? ...
... -entre risas intentaba contenerle y él insistía en meterla sin la más mínima lubricación ni preparación de mi culo, en ese momento me pareció que había bebido algo que le inducía en ese comportamiento.
-Por favor, por favor, espera. -mojé mis dedos en saliva para lubricar la entrada de mi culo y luego a su dura verga pasando mi mano en toda su largura y me relajé para recibirle.
Entró precipitadamente y creo que se dañó él más en su pene que el que causó en mi ano. Me folló de una forma desconocida, salvaje, donde no faltó el placer ni el dolor. Se corrió entre estertores y terminó sofocado con su rostro en mi cuello gimiendo, casi llorando.
-¿Qué se creerá que es ese hijo de puta?, ¡perdóname! -susurró agotado en mi oído.
Acaricié su espalda mojada de sudor y besé dulcemente su hombro.
-No pasa nada Gonzalo, amor tranquilízate. –fue reponiéndose y le llevé al baño para meterle bajo la ducha donde terminó de relajarse dominado por mis besos y caricias.
-Te envía sus mejores deseos… -estábamos tumbados sobre la cama, había conseguido ponerle un pantalón corto de dormir y observaba su nerviosismo que no terminaba de vencer.
-¿De quién hablas cariño? -acariciaba su mejilla y besé suavemente sus labios.
-De Cheng-Gong, ¡el puto chino!, ¿no lo recuerdas de aquella fiesta en Londres con Borja? Si hubiera sabido que él estaba en esto no hubiera comenzado a hablar y menos a comprometerme y hacerlo en nombre del abuelo.
Le dejé que fuera hablándome del problema ...