1. Ya soy el puto del equipo (III)


    Fecha: 02/06/2020, Categorías: Gays Autor: janpaul, Fuente: CuentoRelatos

    ... el extremo de hacerle estremecer con tanto placer que gritó más de alegría que de otra cosa y disparó su pene todo su esperma llegando a la ducha de al lado. Los dos nos caímos en el suelo, yo encima de su espalda que me puse a besar y Abelardo con sus manos acariciaba mis nalgas.
    
    Al rato nos levantamos. Llevábamos mucho tiempo en la ducha, más de una hora y media y nos entró el alegre pánico de que podría venir algún vigilante. Entonces nos levantamos para ducharnos y mientras nos vestíamos ocurrió lo que no deseábamos. Llamaron a la puerta y salí para dar explicaciones, ya iba vestido y le dije al vigilante que estaba arreglando todo el material, que se había caído la pira de colchonetas y le dije si quería entrar. Como me conocía, me dijo que no, que solo le preocupaba si había algún intruso o si habíamos dejado la luz encendida.
    
    — No se preocupe ya, que me voy gracias a que ha venido un amigo a ayudarme; porque, al ver que no podría llegar hasta arriba, tuve que llamarlo.
    
    Salimos delante del guardia jurado y, al decirle buenas noches, me dice con un pícara sonrisa:
    
    — ¿Ha ido todo bien?
    
    Le contesté:
    
    — Eso se podría ver en otra ocasión.
    
    Cuando ya habíamos salido del campus y nos íbamos ...
    ... avenida arriba hacia casa, Abelardo me dice:
    
    — ¿Cómo te has atrevido a insinuarte ante el guardia?
    
    — ¿Has visto su cara? ¿No has visto lo guapo que es? Si le entran ganas, nos lo pasamos entre los dos.
    
    — Qué tonto eres… ¿cómo te atreverías?
    
    — He estado a punto de decírselo clarito por si quería una sesión con nosotros, por eso le dije que habías venido.
    
    — !Eres un puto animal de verdad!
    
    — Pero ¿es que no has visto la cara de ganas que tenía?
    
    — Claro que lo he visto, pero…
    
    — Abelardo, ¿cenas conmigo en mi casa?
    
    — Deseaba que me invitaras, ¿me invitas también a dormir contigo?
    
    — Avisa a tu casa…
    
    — No hace falta, ni se van a enterar, ni se van a preocupar.
    
    — ¿Qué?
    
    — Tú no tienes padres, eso puede ser una pena; pero yo los tengo, pero como si no los tuviera, eso si que es un dolor…
    
    — Entonces… nos tenemos nosotros… Abelardo…
    
    — Te necesito, Doro…, te necesito.
    
    En medio de la calle arrimados a la pared donde no ilumina la farola de la calle, nos abrazamos con un intenso y profundo beso. Luego entramos en casa. Mi taita me esperaba y se alegró de ver a Abelardo. Le dije que Abelardo se quedaba esa noche a dormir conmigo. Mi taita se puso muy feliz, su Dorito ya tenía amigo. 
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