1. Detenida


    Fecha: 07/10/2017, Categorías: Confesiones Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... con fuerza uno de mis pechos. Tardé segundos en expresar con gemidos todo el placer que estaba sintiendo. Me sentía poseída por un desconocido que me estaba llevando al más sofocante de los placeres. No eran sus dedos, ni sus manos, ni su boca, ni el uniforme, ni... ¡era todo! Hasta mis propios gimoteos me estaban excitando. Las esposas que recibí con tan poca gracia contribuían a hacerme sentir mas disfrutada, mas abandonada a lo que solo él quisiera hacerme, y cabe decir que la situación envuelta en ese "todo" fue mas que suficiente para llevarme un orgasmo brutal coronado por mi respiración agitada y mis súplicas para que no parase.
    
    Pisé suelo, momento en el cual sus manos apretaron mis nalgas hasta el punto de casi hacerme daño.
    
    Este culito, quiero ver este culito. Date la vuelta, también tengo que cachearte por detrás.
    
    Se estaba poniendo cada vez más agresivo; lo percibía en la presión de sus dientes y de sus manos, y también en la virulencia de sus movimientos. Me tumbo de nuevo, esta vez sobre mi pecho con mis brazos entre ellos y la chapa ya templada, dándole la espalda. Sentí como apoyaba su mano en mi cóccix y restregaba su polla entre mis nalgas. Otra especie de polla comenzó a recorrer mi espalda. Aquello me sorprendió y no pude remediar mi impulso de volver la cabeza haciendo trizas las maquinaciones que mi imaginación se había encargado de forjar al encontrarle con su polla en una mano mientras con la otra sujetaba su porra y la pasaba por mi espalda ...
    ... presionando levemente. Su rostro estaba descompuesto y he de reconocer que volví a sentir miedo.
    
    Nena, voy a partirte en dos. Te follaría toda la noche, dijo pausadamente con voz ronca mientras retiraba su polla de mi culo y apoyaba la porra.
    
    La untó en mi humedad y volvió a recorrer mi espalda y mis costados dejando un rastro estrecho que iba persiguiendo con su lengua. De nuevo me acopló la porra entre las nalgas, y también sentí la presencia de su polla merodeando mi entrada. Movió la porra arriba y abajo sobre mi ano, adelante y atrás por toda mi raja; entretanto, también él se restregaba con ella, pegado a mi cuerpo aplastado contra la carrocería.
    
    Ahora mas que nunca deseaba su hermoso falo dentro. Me icé de puntillas en señal de súplica y enseguida entendió que no podía esperar más.
    
    Me penetró con tanta decisión que apenas la sentí entrar; cuando quise darme cuenta mis músculos la abrazaban desde dentro para que no se escapara. Su pubis me presionaba contra el capó mientras sus manos me sujetaban los pechos y los botones de su camisa se clavaban en mi espalda. Sus embestidas fueron cada vez más fuertes, más seguidas y más profundas, como si me estuviera cavando hondo.
    
    Me flaqueaban las piernas. Volví a tener otro orgasmo que llegó poco antes de que me la sacara para correrse entre mis nalgas.
    
    ¿Has tenido suficiente, muñeca?
    
    Cabrón, deja de llamarme muñeca, no te pega. ¿Me quitas las esposas o es que suelta te doy miedo?
    
    ¿Y qué me pega?, inquirió ...
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