1. Hidden Club


    Fecha: 24/01/2021, Categorías: Intercambios Autor: veroydany, Fuente: RelatosEróticos

    ... punzada de deseo, que se mitigó cuando se dio la vuelta. La espalda, desde el cuello, estaba ocupada por un tatuaje en tonos de verde y rojo que representaba un ave con las alas extendidas, cuyas puntas llegaban a los hombros. El pico estaba en su nuca, mientras que su larga cola terminaba justo donde se iniciaba la separación entre sus glúteos.
    
    —¿Este tampoco te gusta? —preguntó con voz zalamera.
    
    —Admiro lo que puedan tener de arte algunos de ellos —afirmé—. Pero impiden la contemplación de la belleza de la piel, rompen la armonía de las líneas del cuerpo, y finalmente, no puedo evitar percibirlos como suciedad…
    
    —¿Y qué es lo que os gusta a vosotros? ¿Quizá besitos inocentes, y follar (si es que folláis) vosotros solitos con la luz apagada? —insinuó el hombre con ironía, poniendo los brazos en jarras—. Me preguntó qué cojones pintáis aquí.
    
    —¡Aster, Violeta! —exclamó una voz femenina detrás de nosotros.
    
    Me volví. Es difícil precisar la edad de una mujer a la que no se ve el rostro. De todas maneras, su cuerpo desnudo no aparentaba corresponder a una mujer mayor: piel firme, sin signos de celulitis, pechos grandes sin exageración, que apenas vencía hacia abajo la fuerza de la gravedad. Caderas amplias, muslos suculentos, un abultado monte de Venus en el que se apreciaba el inicio de la hendidura de su sexo, y un rotundo trasero, constituían una alegría para la vista… y no me habría importado nada ejercitar también los sentidos de gusto y tacto con ella. La ...
    ... erección, que mantenía desde que entramos en el “área privada” comenzaba a resultar, aprisionada por el pantalón, no molesta, sino el grado superior.
    
    —Estábamos mostrando las instalaciones a esta pareja, —explicó Violeta.
    
    —¡Oh! Entonces no estáis disponibles… —dijo la mujer, desilusionada—. Mi marido está ahí —señaló la entrada a la quinta habitación.
    
    —Por nosotros no lo hagáis… —insinuó Marta—. Vamos a ver algo más, y después probablemente nos iremos.
    
    —¿Nos disculpáis entonces? —afirmó Violeta, dirigiéndose a nosotros.
    
    Pero ya había pasado un brazo en torno a la cintura de la otra mujer, después de recoger del suelo su vestido.
    
    —Voy a… —Aster señaló hacia la entrada.
    
    Nos quedamos solos.
    
    —¡Qué enorme cabronazo de marido tengo! —barbotó Marta—. Me pregunto si a él le va lo de hacer el can, o quizá es “muy amigo” de los dos homosexuales de antes…
    
    Yo no sabía qué decir en aquellas circunstancias. Marta me tomó de la mano.
    
    —Ven, hay un folladero que aún no hemos visto… —dijo con voz cáustica, tirando de mí en dirección a la última habitación.
    
    Sobre dos camas de dimensiones colosales, un grupo de personas practicaban el sexo en distintas posturas y combinaciones de géneros. Justo en el momento en el que nos asomamos, una mujer dejó de cabalgar a un varón, tomó de la mano a la parte femenina de la pareja que retozaba a su lado, ella debajo, en la clásica postura del misionero, e intercambiaron los sitios… y los compañeros. La primera se puso sobre las ...
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