Don Roque I. - Relatos Eróticos

Don Roque I.

... asomar mi cabeza. Sin decir nada, don Roque se pasó la cuadrilera al lado derecho y yo capté la señal. Todo el camino fui masajeando su gran verga, ya con la mano izquierda, ya con la derecha y hasta con ambas. Eventualmente se le paraba y lo sentía duro, luego bajaba y su consistencia se tornaba de una rica suavidad, de vez en vez salían gotas de su caliente líquido preseminal que yo lo esparcía por todo lo largo de aquel caliente rollo de carne. Aunque yo no hubo eyaculación, ambos gozamos el masaje durante toda la hora que tardamos en llegar al pueblo. Nunca había experimentado el placer de tener tanto tiempo en la mano una verga que nunca bajó de tamaño, algunas veces suave y blando y otras veces tan duro como un trozo de madera… Cosa más rica para mí y reconfortante masaje para él... 
En todo ese periodo vacacional no volvimos a tener nada más que el saludo de voz, cuando nos cruzábamos en la calle o en el camino a los bañitos, a pesar de que seguramente ambos queríamos, no hubo oportunidad de repetir lo de allá en el potrero. A veces me vencía el deseo de tenerlo de nuevo, pero me detenía porque me preocupaba y asustaba el tamaño de lo que él querría meterme por atrás en un momento dado. Ya había recibido el de don Nato y el del Grueso, que eran de gran tamaño, pero el de don Roque lucía aún más grande e imponente. Así como lo deseaba, me desanimaba la posibilidad de una lesión con que se pudiera descubrir mis gustos y preferencias. Realmente le sacaba y para no caer en riesgos, traté de evitar otro encuentro erótico con “Don Roque”... por lo pronto.