1. Un fornicario suelto en Puebla


    Fecha: 03/08/2020, Categorías: Confesiones Tus Relatos Autor: Géminiskuri, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    ... crees?".
    
    Mi erecto pene volvió a desinflarse con la misma rapidez que lo había impulsado la escena de la niña y el roce en medio de sus nalgas.
    
    -¿Ven Nena, quítame esta calentura?.
    
    -"Amor, yo también te deseo, pero no puedo hacer eso todavía".
    
    -¿No me vas a dar ni una chupadita?
    
    "Ya casi llegan mis padres." 
    
    -Voy a tomar un taxi. 
    
    "¿Qué horas son?". Preguntó.
    
    -Las 8 de la noche.
    
    "¿No los vas a esperar?".
    
    -Mañana sábado nos encontramos y los saludo. Me voy.
    
    Tomé sus manos y les di un beso y me despedí. Ella me acompañó hasta la entrada y salí, a la noche pueblana.
    
    Decepcionado y vacío anduve avenida abajo y encontré un bar y me metí. Era temprano para llegar a molestar dónde el primo de mamá. Y se me pasó el tiempo pensando en mi situación con esa mujer digna de ser las madres de mis hijos, pero no para sofocar el apetito de mis deseos, por ahora.
    
    Al salir, miré el reloj y marcaba las 10 de la noche, y me dije que cogería el taxi al frente del antiguo convento , y para allá encaminé mis pasos.
    
    Casi llegando al ancho atrio, venía en sentido contrario la pequeña niña, que al verme, se acercó sonriente.
    
    "¿-Órale, que haces por acá?."
    
    -¿Esa pregunta te la hago yo, en qué andas a está hora?
    
    "-No, pues, por aquí hasta que sean las 12 de la noche..." Mirándome de arriba abajo, me pide que le regale cinco pesos.
    
    -¿Y tú, qué me das a cambio? Pelándole los ojos y mis manos en la cintura.
    
    Ella pareció dudar, miró para un lado y ...
    ... para otro y se metió el dedo índice en sus labios y me miró, cómo miran las mujeres que saben negociar algo, y expetó:
    
    "-¡Lo que tu quieras!."
    
    Se notaba que se había cambiado y bañado, podía oler el jabón de su cabellera seca, y usaba esta vez, un vestido largo y holgado que le daba a media rodilla  y con las mismas sandalias que le vi en la Iglesia.
    
    -Quiero darte Díez pesos.
    
    "-¡Siiii!"
    
    Le dije que para eso, debíamos buscar un lugar íntimo, y yo no era de la ciudad ni sabía donde llevarla.
    
    Miró y pareció pensar. "-Si, conozco un lugar por aquí cerca, ¡vamos!
    
    -Bueno, vamos. Le dije.
    
    Iba delante de mi guiandome hacía una vieja ruina de una casa, en plena avenida. A la cual se entraba por un camino enmontado.
    
    "-Es aquí."
    
    -¿Conoces éste lugar?, ¿cómo es tu nombre niña?
    
    "-Me llamó Mary, y aveces vengo con amigos por aquí de día a pasar el rato." Dejando escapar otra sonrisa.
    
    Me tomó de la mano y me llevó hasta el final, a un especie de cuarto sin puertas ni techo a la luz de la Luna, que ayudaba mucho para poder ver. Del otro lado venía una tenue luz del patio vecino. Los perros ladraban fuerte.
    
    Llegamos, y se puso a menos de cincuenta centímetros de mi. Estiré mi mano hasta su hombro, subí por su cuello hasta su frío rostro, ella se mordió los labios. Bajé por su pechito plano pero gordito, seguí por su abdomen y busqué su chocho sobre el vestido y empecé a sobar. Ella se dejaba. 
    
    -¿Alzate el vestido?.
    
    Ella con las dos manos enrollo la ...
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