1. Noche de pasión en Lisboa (IV): Las tres gracias


    Fecha: 08/02/2018, Categorías: Gays Autor: alfredo1257, Fuente: CuentoRelatos

    ... la reparación.
    
    —¿Ya?, ¿No hay nada roto? —me dice Amália con un suspiro de alivio.
    
    —No, no hay nada roto. Este coche es así. Tranquilizaos, no habéis roto nada.
    
    Ambas se bajan del coche y Amália echándome los brazos al cuello me estampa un beso en la boca como si se fuese a acabar el mundo, y aprovecha para restregar su pecho contra el mío, asegurándose de que lo noto. Cuando mi amiga me deja libre, Ana María me pone una mano en el hombro y me besa en la mejilla, pero aprovecha también para asegurarse que me doy cuenta que sus atributos no desmerecen de los de mi compañera. Esto no puede seguir así mucho tiempo. Tengo mis normas… pero uno no es de piedra, y la hermana de Amália está para hacerle un par de favores, o tres. Y la condenada no para de darse al cuchillo.
    
    Cuando estamos entrando en la casa vemos venir hacia nosotros a Paulinha que nos informa que la mesa está preparada para el almuerzo.
    
    Entramos al comedor y me reservan a mí la cabecera de la mesa, sentándose las dos hermanas una a cada lado de mi sitio. Nos sirven la comida, y mientras comemos, Ana María me informa que ya ha enviado mis recados a Lisboa, lo que le agradezco. Pero mientras que Amália está tranquila, comiendo, a mi derecha, por debajo de la mesa, su hermana no para de rozarme mi pierna con la suya. Comienza a ser inaguantable ya el acoso. Esta mujer hace menos de veinticuatro horas me veía como un extraño y ahora está totalmente desbocada. A otra mujer, y en otras circunstancias, a ...
    ... estas alturas de la comida ya la tendría tumbada sobre la mesa, dándole el postre.
    
    Amália, que se huele algo, me dice:
    
    —Con respecto a tu propuesta de esta mañana y dado que hoy es un poco tarde para salir, te propongo que me dejes llevarte a un lugar especial para mí, y mientras echamos la tarde, charlamos y vemos como haremos el resto de la semana. ¿Te parece?
    
    —En principio me gusta la idea. ¿Salimos al acabar de comer?—Ruego a todos los santos que me responda afirmativamente.
    
    —De acuerdo. No es muy lejos pero el sitio es muy agradable. ¿Podemos ir en tu coche? Me encanta ese cochecito.
    
    —Por supuesto, pero esta vez conduzco yo y tú me guías.
    
    Así lo hacemos, y nada más terminar de comer, cogemos el coche y ella me va indicando, por caminos rurales, hacia dónde dirigirnos.
    
    Cuando llegamos a destino me encanta el lugar. Estamos a la orilla de un rio como de unos seis metros de ancho, en una zona sembrada de alcornoques bajo los cuales el suelo está alfombrado de una hierba corta y tupida. Más abajo, siguiendo el curso del rio, se puede ver un puente de piedra de aspecto medieval. El lugar parece una postal, o el decorado de una película romántica.
    
    De debajo del asiento de mi compañera saco una manta de viaje que siempre llevo enrollada y la extiendo sobre el suelo al lado de un alcornoque. Amália se sienta sobre ella, apoyando la espalda en el árbol y yo me tumbo boca arriba, apoyando mi cabeza en el regazo de mi compañera. Ella con una sonrisa pícara se ...
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