Noche de pasión en Lisboa (IV): Las tres gracias
Fecha: 08/02/2018,
Categorías:
Gays
Autor: alfredo1257, Fuente: CuentoRelatos
... la braga, la noté húmeda y me entretuve un rato en mover los dedos a lo largo de lo que intuía era la entrada a su sexo, mientras con la otra jugaba con un pecho, al tiempo que le besaba el que tenía sobre mi cabeza, por encima de la tela de la blusa. Amália tenía su cabeza echada atrás, apoyada sobre el tronco del árbol y gemía y suspiraba con mis maniobras. Yo notaba la braga cada vez más mojada, y mi amiga levantó las rodillas dejando separados los pies en el suelo. En esa postura mi acceso a su vulva era total. Siempre por encima de la braga, localicé el clítoris y comencé a acariciarlo con el pulgar, presionando lenta y suavemente, al tiempo que con mis otros dedos recorría la zona del exterior de sus genitales. De repente, Amália me agarró el mentón con una mano y el pelo con la otra, tirando de mi cabeza y apretándome contra su pecho. Arqueó su espalda y lanzó un alarido salvaje, al tiempo que yo notaba en mi mano la fuerza de su orgasmo.
—Para, para, paraaa. Sácame la mano que no lo soporto.
—¿Qué te ha ocurrido? ¿Te hice daño?
—Nooo, pero he tenido un orgasmo que no puedo moverme. Me tiemblan las piernas y no puedo controlarlas. Nunca me habían masturbado completamente vestida y ha sido una sensación impresionante.
Al decirme esto, con toda la mala leche le di un golpecito con un dedo donde sabía que estaba el clítoris. Amália dio un grito y me dijo claramente:
—Paraaa cabronazooo que me corro otra vez. Y cumplió su palabra.
Nos fuimos de allí y ...
... durante los 3 días siguientes, no tuve problemas con Ana María. El martes salimos de mañana y cuando volvimos ya eran más de las 12:00 de la madrugada y ella estaba acostada. El miércoles repetimos y tampoco tuvimos oportunidad de estar juntos. El jueves, dado que era el cumpleaños de Amália, desayunamos todos juntos y acordamos que llegaríamos a cenar.
Las mujeres se reunieron con Marta, la cocinera y acordaron como preparar la celebración. Salimos a cubrir nuestra ruta de costumbre y como a las 06:00 de la tarde, estábamos de vuelta en la quinta.
Hasta la hora de la cena, faltaban un par de horas, así que Amália me dijo que se iba a dar un baño y a prepararse para la celebración. A mi vez, y dado que el coche llevaba un buen número de kilómetros recorridos y no lo había lavado desde que salí de España, lo acerqué a la zona de los garajes y me puse a lavarlo con una manguera.
Estaba echado sobre el capó, enjabonándolo, cuando a mi espalda escucho una vocecita:
—Abuelo, ¿quieres que te ayude? —No necesito volverme para saber que es Paulinha.
—¿No tienes nada que hacer en la casa?
—Ahora no, y me gusta tanto ese coche que si me dejas, me gustaría ayudarte a lavarlo.
—Bueno, está bien, pero escúchame: Solo puedes tutearme cuando estemos solos. No quiero que te llamen la atención los señores por tomarte confianzas ¿entendido?
—Entendido.
Y nos pusimos a lavar el coche. Y no, no hubo nada más.
Subí a la habitación y entré justo cuando Amália se estaba ...