Noche de pasión en Lisboa (IV): Las tres gracias
Fecha: 08/02/2018,
Categorías:
Gays
Autor: alfredo1257, Fuente: CuentoRelatos
... secando. Me desnudé y me fui a la ducha. Cuando salí mi amiga estaba completamente desnuda y comenzaba a vestirse. Lo primero que se puso fue una falda, demasiado corta para lo que suele llevar normalmente, le quedaba justo por encima de la rodilla y tomando una blusa azul marino, con lunares blancos, se la puso así, tal y como estaba. Se calzó un par de sandalias con piso de esparto y cuña y empezó a peinar su melena ante el espejo. Mientras, yo terminé de vestirme de forma informal, con un pantalón y una camisa remangada un par de vueltas. Cuando me vió vestido me dijo:
—¿Bajamos a cenar?
—Sí, bajemos que ya es la hora.
En la mesa, durante la cena, estuvimos charlando con Ana María de todo lo que habíamos visto durante estos días. La conversación fue de lo más intrascendente. La hermana de mi amiga estaba vestida con un pantalón tejano y una blusa de cuadros, abrochada hasta el cuello y durante la cena se comportó correctamente.
La que estaba guerrera hoy era mi amiga. Por debajo de la mesa no hacía más que meterme mano, y cuando bajaba la mía para apartarla, me la cogía y la llevaba a entre sus piernas. Yo sabía que estaba completamente desnuda, la había visto vestirse y el morbo de la situación estaba consiguiendo que tuviese una erección que era totalmente evidente a pesar del pantalón. Pero ella no cejaba en su empeño, me metía la mano entre sus piernas, intentado que la acariciase el sexo y me arrimaba el pecho, sabiendo que yo sabía que lo llevaba ...
... completamente suelto debajo de la blusa.
A las 09:30 se presentaron en el comedor Marta y Paulinha, avisando que se iban a sus casas y preguntando si necesitábamos alguna cosa más, diciendo que quedaba una cafetera llena en la cocina. Amália les dijo que no necesitábamos nada y que podían irse. Le felicitaron de nuevo el cumpleaños y se marcharon. Nos quedamos los tres solos en la casona. Yo creía que alguna de ellas pernoctaría en la casa, pero al parecer, el servicio se ceñía a las horas diurnas.
Mientras Ana María fue a por la cafetera, yo me dirigí al mueble bar y les pregunté que querían tomar. Ambas me contestaron que whisky. A mi vez, me serví una copa de coñac y desprecinté una botella de una marca conocida con varios años de envejecido, para ellas.
Estuvimos riendo y tomando copas durante un buen rato y en un aparte momentáneo, Amália se acercó a mi oído, apretando sus pechos contra mí con toda la intención y me susurró:
—Esta noche te voy a reventar, me vas a pagar la paja de la orilla del río.
Cuando se retiró, vi su cara y vi la lujuria como no la había visto nunca en el rostro de una mujer.
Al desviar la vista me doy cuenta de que entre las dos hermanas se han vendimiado casi la totalidad de la botella de whisky. Dirijo mis ojos hacia Ana María y veo que se está mordiendo el labio inferior mientras juega con el pelo de la nuca. Esto va mal. Va muy mal.
Como ya es casi media noche, les propongo que nos vayamos a dormir, y con un mohín de disgusto, ...