1. Una esclava inesperada - Reencuentro fugaz I


    Fecha: 12/04/2018, Categorías: Incesto Autor: Cold_P, Fuente: CuentoRelatos

    ... ella me acariciaba las piernas. Que reconfortante sentir que agradecen el tratamiento de uno. Cuando llevaba unos cinco minutos de golpes ininterrumpidos comenzó a gemir. “Para eso te puse eso en la boca pendeja, para ahogar tus gritos. Porque, esto, sólo está comenzando”.
    
    Cuando terminé la frase comencé a fulminarla de manera brutal. Golpe tras golpe caían sobre esas hermosas y ahora más voluminosas nalgas, y, pero para mí placer, ella no se cubría o se alejaba de mí, incluso me ofrecía más sus nalgas.
    
    —¿Sabes? – le dije mientras la seguía golpeando – “A.C.” no tiene tanta resistencia como tú. Incluso no le gusta ser dominada tanto como a ti. Le gusta que le pegue y que la lastime. Incluso que la humille, pero solo un poco.
    
    —Mggggg – alcanzó a emitir
    
    —Pero tú eres especial Gabriela. ¡Cómo desearía tenerte siempre! – exclamé mientras el aire restallaba con cada golpe que recibía mi primer amor.
    
    Y así continué por media hora, sin parar, hasta que se me cansaron las dos manos. Cuando no pude más, noté como su cara estaba congestionada por el llanto. Acaricié su cara y en sus ojos vi dolor, pero también aquella satisfacción que sólo ella podía transmitirme después de un tratamiento como aquél. Con cuidado, retiré la prenda que oprimía su boca y cuando ésta salió le solté una increíblemente fuerte y última nalgada. Gritó, pero no se movió. Su culo estaba muy maltratado. Se veía hermoso.
    
    Para esos momentos estaba a reventar. Me fascina azotar culos y ...
    ... aquella tarea me había puesto a cien. La atraje hacia mí, me recosté en la cama y la penetré. Ella estaba encima de mí y la besaba. La besé con pasión mientras amasaba sus maltrechas posaderas y de vez en vez, le soltaba una ligera nalgadita. Mi ritmo era semi lento, pero firme. Se la metía hasta los huevos. Acariciaba su espalda y, en un momento, la empujé un poco para poder observarla y amasar su impresionante busto.
    
    Ella, feliz de recibir mi verga en su concha, se incorporó y, como tenía aquel cabello rizado estorbándole la visión, se lo recogió con sus dos manos, mientras yo la seguía taladrando. Esa acción me dejó libre acceso para ahora maltratar sus tetas. ¡Y vaya que eran unas tetas! Admirando su sonrisa, le solté un tremendo cachete en uno de sus pechos. Solo gimió levemente, a pesar de que el golpe fue poderoso. Ante aquella respuesta, me excité más y comenzó una lluvia de golpes de igual magnitud sobre sus pechos. Ella estaba feliz y gozaba como nunca. Y debo confesar que, reviviendo todo aquello, mi resistencia se vio menguada por tanta morbosidad y, sin poder controlarlo. Terminé dentro de ella.
    
    Cansados, caímos rendidos sobre la cama. Ella estaba encima de mí y disfruté el momento. Sentir su peso, oprimiéndome… su calor, su olor y notar su agitada respiración a mi lado me hizo estremecer de placer y gusto.
    
    —Ya extrañaba tu verga – me dijo entrecortadamente
    
    —Y yo tu disposición al dolor – le respondí agitado – Me elevas a niveles de excitación ...
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