La historia de muriel
Fecha: 15/10/2021,
Categorías:
Bisexuales
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... la que he me he acostado varias veces en su cama, desnudo, sin poder follármela ni una vez.
Se rieron al unísono con esa mirada cómplice que, sin entender muy bien lo que decían, hizo que me relajara y me sintiera algo más más cómoda.
Grande fue mi sorpresa al entrar a aquel departamento. Era amplio y acogedor, de grandes espacios, con una decoración muy minimalista pero de muy buen gusto.
En la terraza, Muriel había preparado un pequeño bufé con delicias españolas que sin duda fueron pensadas para agasajar a su amigo y recordar buenos tiempos.
Ella estaba encantada con la visita y no lo disimulaba. Ofreció una cerveza a Andrés y sentándose a mi lado de forma insinuante me pregunta.
-¿Y tú, Fabiola? ¿Qué deseas beber?
- Vino blanco, por favor, sonreí algo incomoda por la forma en que me miraba.
- ¡Muy bien!, de gustos maduros tu amiga, Andrés. Me gusta, dice, mirándome sonriente.
Al principio no lograba ponerme a tono con la conversación tan íntima entre estos amigos, pero decidí no quedar al margen de las aventuras de este curioso par de personajes.
Escuchaba atentamente las anécdotas y cómo habían disfrutado en la capital de España de su religiosa procesión por los bares y clubes de la bohemia ciudad de Madrid, así que decidí integrarme a la conversación y les pregunté
- Me pueden explicar eso de que compartieron desnudos una cama y no follaron, como dicen ustedes.
Mirándose cómplices y sin evitar las risas, Muriel se levanta de su ...
... asiento y se sienta suavemente sobre mis rodillas.
-Mira Fabiola. Te voy a contar una triste historia que confirma el dicho, se larga a reír y continúa.
-Fue por lana y salió trasquilado.
Y entre risas y tragos me entere que Muriel era lesbiana, que Andrés intentó seducirla en un bar delante de sus amigas sin saber de su condición y desde aquel bochornoso incidente se convirtieron en amigos entrañables, casi inseparables.
Los escuché con atención pero no pude evitar echarle un vistazo a aquella bella mujer, si, era una bella mujer.
Simple, fina y elegante, fueron los adjetivos que mejor le calzaron, pero por sobre todo: inteligente. Tan así, que era capaz de reírse de sí misma como del resto; a destajo.
Una copa tras otra fue distendiendo el ambiente hasta encontrarnos los tres muertos de la risa. Despatarrados sobre el sillón, jugábamos a morderle las orejas a Andrés, una a cada lado, haciendo un turno por vez comprobando quien lograba primero despertar su instinto animal.
Lo mordíamos y metíamos la lengua en su oreja y después palpábamos su entrepierna para comprobar si había una reacción.
- ¡Un momento!- dice Andrés alzando la voz. Ahora es mi turno. Se levanta y se para frente a ambas, notando de inmediato la gran erección que tenía bajo su pantalón.
- Por qué no dejan de morderme las orejas y se muerden las suyas, nos dice, riendo.
Su petición me dejó perpleja por un segundo, pero con varias copas de vino en el cuerpo le respondí riendo un tanto ...