Mamani, el boliviano
Fecha: 10/06/2022,
Categorías:
Hetero
Autor: MirassoMauricio, Fuente: CuentoRelatos
... ello la gran fascinación que sentía éste por ella y su historia, a pesar de la corta adultez de ésta.
Pero volviendo a lo de Inés, había en cierta novela, que todavía no sabía si era del género biográfico, romántico o erótico, unos párrafos muy descriptivos que la molestaban más que cualquier otro, y eso que recién iba por la página veinte. Cito:
“La boca de Inés era una boca viciosa, muy generosa a la hora de hacer el amor con Alejandro, más generosa con él que con el bueno pero soporífero de Sebastián, que estaba más ocupado en trabajar y en enfrentar a sus propios demonios internos que en atender emocional y sexualmente a su novia. Una boca que se movía línea por línea y que contaba historias con cada beso, que llegarían a conmover a cualquier varón enamorado con algunas de ellas. Era una boca suave y dulzona que, al momento de jugar con las debilidades carnales de un hombre, o de otro, era capaz de adormecerle las nociones de espacio y tiempo por un rato, no una sino varias veces, y así hasta que le empezara a doler la mandíbula.
La lengua de Inés era una lengua atrayente y seductora. Una lengua simpática, alegre, risueña y graciosa hasta en los momentos más infartantes. Sus mejillas eran de miel, deliciosas, e impregnaban ternura. Su cuello era demandante de cariño. Sus ojos centelleaban y echaban chispas de sentimiento con mucha facilidad. Si su novio Sebastián le decía unas modestas palabras bonitas, y enseguida éstos se humedecían, y si Alejandro le recitaba ...
... una de sus frases o uno de sus poemas dedicados a ella, y los ojos de ésta al medio minuto rebalsaban de lágrimas. Sus pechos eran blandos y frondosos, atrapantes y de mirada alta. Sublimes y divinos casi como un ángel, con un surco que era ideal para dormirse una larga siesta. Sus piernas eran vibrantes, rutilantes e imploraban una buena compañía. Sus pies eran espléndidos y sedosos. Sus posaderas eran apetecibles y parecían sacadas de un molde por la forma que tenían, que era insolente. Su entrepierna, era un río caliente de temperatura exaltante cuando se trataba de intimar con alguien que quería tanto como su propia respiración.
Su desnudez, ¡ay Jesucristo, su desnudez! Qué bien se llevaba ésta con la libertad. Su desnudez era imponente, radiante, efervescente, y una real invitación al éxtasis. A la fascinación. Al embelesamiento. Al arrobamiento incontenible.
Inés; aquella encantadora Inés; aquella preciosa y cautivante Inés; aquella satisfactoria, complaciente y afectuosa Inés; aquella cariñosa, afable, adorable y vulnerable Inés; esa hermosa jovencita de ojos color almendra, era, mirándolo desde un punto de vista psicológico, como un pequeño cachorro desesperado porque le quieran con intensidad. ¿Pero cómo no quererla? ¿Cómo no abrazarla? ¿Cómo no acariciarla o consolarla en su tristeza? Si tenía, y tiene, todos los atributos para hacerse amar y no odiar. ¿Es un ser entrañable? Darle una respuesta obvia a esa pregunta sería redundante, e incluso podría insultar ...