1. Amigo


    Fecha: 19/10/2022, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... ligeramente el ritmo de las embestidas para que los dos comenzáramos a respirar con más dificultad, anticipando el orgasmo que venía. Su miembro continuaba entrando y saliendo sin dificultad de mi interior. En cada acometida su glande llamaba a la puerta de mi útero para después retirarse. Entonces, en una de sus embestidas Stephen me soltó. Hasta entonces era él quien controlaba completamente nuestros movimientos y la cantidad de él mismo que entraba dentro de mí. Cuando me dejó ir, mi cuerpo cayó sobre su pene, mis pechos resbalaron sobre su torso sudado. El pene de Stephen entonces entro en mi interior sin nada que le controlase, sin ningún límite a su invasión. La puerta de mi útero no resistió la embestida de su glande y éste penetró en lo más profundo de mi ser. Yo me quedé sin respiración, lo cual fue una suerte de lo contrario mi grito no solo habría despertado a Pedro sino seguramente a todo el vecindario. Me sentí completamente repleta de la carne de su pene, empalada en su miembro. La gravedad actuó hasta que la base de su pene llegó a la entrada de mi vagina y sus testículos golpearon mi culo. La sensación de que me había roto por dentro no fue suficiente para evitar que la energía de un rayo recorriera todo mi cuerpo, desde la punta de los dedos de los pies a las uñas de mis manos arañando su espalda, recorriendo mi columna vertebral en el más intenso orgasmo que jamás he tenido. En ese momento, durante ese asombroso orgasmo, noté como su miembro palpitaba en ...
    ... mi interior y un abrasador calor inundaba mis entrañas.
    
    Tardé lo que me pareció un par de minutos en respirar y algunos más en deshacerme del agarrotamiento que me invadía. El orgasmo y el calor de su esperma en mi interior habían calmado el dolor de la última penetración. Durante esos minutos su pene era como un órgano más de mi cuerpo, palpitante y completamente mío. Ninguno de los dos dijo nada. Al cabo de unos instantes conseguí levantarme y desempalarme. En la negrura del comedor tan solo podría distinguir con claridad el blanco de sus ojos fijos en mí. Le acaricié la mejilla y me fui al lavabo a lavarme. Sentada en el bidet me limpié el esperma que corría por mis muslos abajo. La vagina seguía abierta y no parecía querer o poder cerrarse y cada vez que intentaba levantarme gotas de su semen volvían a resbalar entre mis piernas. Cuando por fin pareció que mi vagina no escupiría más esperma de Stephen acabé de limpiarme y dejé las braguitas en el cesto de la ropa sucia.
    
    Pasé por el comedor de puntillas, sin ni siquiera mirar hacia el sofá. No oí nada, pero aunque me hubiera llamado no habría ido. Entré en el dormitorio y sigilosamente abrí el cajón de mi ropa interior y me puse las primeras bragas que mis manos encontraron antes de meterme en la cama. Tardé mucho en dormirme. Sentía en mi interior una mezcla de vergüenza y algo más. Quizá miedo. Stephen se había corrido en mi interior, mucho más adentro de lo que nadie había llegado nunca. El temor a que me hubiera ...
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