El regalo: Un antes y un después (Decimosexta parte)
Fecha: 07/02/2023,
Categorías:
Infidelidad
Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos
... cómplice silencio, aquella tanda de vallenatos, muy abrazados, hasta que finalizando con aquella canción de Juan David Herrera y Miguel Morales, «Sirena Encantada», el Dj en un progresivo crescendo, me metió en problemas al hacer sonar el «Himno de la Feria de Manizales», aquel pasodoble realmente hermoso, pero que yo no sabía bailar.
Y como por arte de magia, a nuestro lado se apareció Almudena cual matadora experta en lidia de toros, empezó con su gracia a invitarme a bailar. Me negué por supuesto, aduciendo estar cansado, y en vista de mi renuencia para danzar, tomo de la mano a Martha y de aquellas dos mujeres españolas, desbordaron su gran sapiencia y estilo por aquella pista, las figuras aflamencadas, llenas de gran elegancia en sus pasos y en ellas dos, la mirada de una hacia la otra, brindando un soberbio espectáculo a los que allí estábamos presentes. Ni que decir que al finalizar, mis dos acompañantes fueron muy aplaudidas. Se hizo un silencio mientras el Dj, micrófono en mano, nos informaba que la administración de aquella discoteca, esa noche le obsequiaba la cuenta completa a la mesa de aquellas dos esmeradas bailarinas. Más vítores y aplausos se escucharon. Yo, feliz por ellas y por mi billetera, las abracé y a cada una sin pensarlo, les di un beso en sus bocas, para envidia de muchos, sobre todo de mi antioqueño compatriota, que de igual manera, se acercó hasta nosotros para felicitarlas.
Pasaron varias horas, casi sin darnos cuenta, bailando a ratos, ...
... hablando de temas sin trascendencia otro tanto. Miré mi reloj y vi que ya era muy de madrugada. Almudena nos dijo que se tenía que ir a revisar que estuviera todo en orden en su casa con sus invitados, pero nos insistió, a Martha y a mí, en ir a desayunar con ella. Martha tomo la vocería y sin consultarme, le dijo que allá estaríamos. Almudena partió sola, sin la compañía de su nuevo admirador, entre tanto Martha me dijo de ir al baño y yo como buen caballero desconfiado la seguí con mi mirada hasta que se perdió en el fondo del local.
—¡Tengo hambre! —Le dije a Martha, mientras salíamos del lugar, ayudándole a colocarse su blazer y por supuesto yo, mi cazadora de cuero. Porque si algo hay más peligroso que tomar sin moderación, es el hecho de salir sin abrigarse bien a la calle y que el frío sereno, le pegué a uno dos o tres vueltas y te deje nocaut.
—¿Tú no? Le pregunté. —Martha tambaleante, sin hablarme me indicó que también, aferrándose a mi brazo y reposando con ternura su cabeza sobre mi hombro.
—Vamos a caminar por ahí a ver si pillamos algo abierto. Y los dos zigzagueantes, deambulamos unas pocas calles para dar en una esquina con un puesto de Hot Dogs que nos iluminaba el camino. ¡Dos con todo, para llevar puestos por favor!
—¡Tengo sed, corazón! —Rechistó de repente mi achispada acompañante. Y convertí como doce euros en cena, desayuno y dos bebidas. Tambaleándonos un poco, ella empeñada en ir hacia su izquierda y yo jalándola hacia mi derecha, casi de ...