1. El regalo: Un antes y un después (Tercera parte)


    Fecha: 09/03/2023, Categorías: Infidelidad Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos

    ... y acercándome hasta él, estiré mi brazo y mi mano dio el giro necesario para cerrar la llave. El agua dejó de caer sobre él y de su mano tome la toalla y luego de esa misma, lo jalé hacia fuera.
    
    El muy sumiso y obediente, avanzó tres pasos y yo empecé a secar su pecho, los hombros, sus fuertes brazos y el vientre después. Me detuve allí para luego hacerme por detrás y pasar la toalla por su ancha espalda, despacio bajé mis manos envueltas en la tela y froté sus nalgas. Me arrodillé y sequé sus muslos, pantorrillas por igual, hasta llegar a sus tobillos y pies.
    
    Se dio vuelta de improviso y casi a la altura de mis ojos, quedo expuesto su velludo sexo. Sin perder su firmeza, se mantenía izado y arqueado en algo hacia mi izquierda. ¡Hermosa tentación! Tan cerca de mi boca si yo quisiera, al alcance de mi lengua de un lametón, si mi razón lo permitiera.
    
    Pero no lo hice, tan solo bajé mi rostro para continuar el proceso, secando sus piernas por el frente hasta que sin opción alguna, tomé delicadamente su pene con mi mano izquierda, mientras que con la tela en mi derecha, lo fui envolviendo y suavemente lo froté, de su base hasta la punta, luego pase la toalla por sus testículos, sopesándolos con delicadeza hasta secarle toda su expuesta intimidad.
    
    —Gracias mi ángel. —¿Otra vez aquel apelativo? Y de nuevo, me hizo sentir conmovida. Noté que mi vagina se humedecía, más no por la ducha fría, sino por el cálido flujo que empezaba a emanar de mi interior.
    
    —Lo siento ...
    ... Silvia, discúlpame. —Y quitándome con suavidad la toalla de mis manos, se envolvió en ella y posteriormente me ayudó a incorporarme. Quedamos cerca, muy juntos nuevamente, pero esta vez su piel y la mía, estaban apartadas del contacto por el grosor de las telas.
    
    —¿Se encuentra usted mejor? —Le pregunté.
    
    —Sí, gracias a ti. Aunque sigo un poco mareado. Vamos a la cama. —Y me llevó tras él o simplemente me dejé llevar sin hablar, sin rechistar. Nos sentamos y al mirarnos, tal vez fui yo o tal vez empezó don Hugo, el caso es que comenzamos a reír con ganas, y no parábamos. Feliz él y yo también. En esos minutos no había tristeza en sus ojos y en mi mente, por ninguna parte aparecía la imagen de mi marido.
    
    Después de unos minutos se hizo silencio en la habitación, cubiertos en las toallas, tiritábamos los dos por el frio.
    
    —Te vas resfriar Silvia, ven. —Y con sus manos, fue apartando el pliegue de la tela que me cubría, desenrollándola lentamente.
    
    —Don Hugo no siga, por favor. —Pero el omitió mi ruego y yo sencillamente le dejé hacer–. Tenía mi sostén emparamado en verdad y de mis calzones ni hablar. Me encogí como una chiquilla y me abracé a mis piernas con mis brazos. Metí mi cabeza entre ellas y esa oportunidad él no la desaprovechó. Fue un poco torpe pero logró desabrocharme por la espalda aquel brassier. Me enderecé sorprendida y algo enojada. Lo miré seriamente pero el…
    
    —¡Es que te puedes resfriar Silvia! Y pues después de mi bochornosa actuación, al verme ...