Mi amigo de la infancia
Fecha: 31/03/2023,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... empezarás a contestar los mensajes.
—Sí, mi capitán. A sus órdenes — le contesté resignada a tener que obedecerle. Sabía que cuando se proponía algo no paraba hasta conseguirlo. Recordé la vez que me hizo acompañarlo a un concierto de heavy metal. No me gustaba para nada, pero no paró de insistir hasta que cedí. Aunque luego me lo pasé muy bien meneando el pelo al ritmo de la música.
Hablé con mi madre y conseguí que la conversación durara menos de una hora. Esa noche cenamos en un pequeño restaurante del barrio. Era mi primera salida en más de dos semanas y pude actuar con normalidad casi todo el tiempo. Salvo un par de lagrimitas cuando se besó la pareja de la mesa de al lado todo fue bien. Luego, ya sola en mi cama, terminé lo interrumpido a mediodía. Me asusté un poco cuando, después del orgasmo, me di cuenta de que no había pensado en Thor, sino que el que me lamía el clítoris en mi imaginación era el mismo Lucas.
Al día siguiente todo empeoró. Encendí el móvil después de desayunar y empezó a pitar con cada mensaje recibido y llamada perdida. Según leía los mensajes las lágrimas corrían por mi rostro. El consuelo y la normalidad que Lucas había conseguido darme se disolvieron ahogados por mi llanto. No pude seguir. Apagué el teléfono y me volví a la cama. Ahí fue donde me encontró mi amigo esa noche con los ojos hichados. Sólo su insistencia y su mirada decepcionada consiguieron que me levantara.
—Vístete — me dijo.
—Estoy bien en pijama.
—Como ...
... quieras, pero vamos a salir.
—No me apetece ir a ningún sitio.
—Me da igual, no puedes seguir así, y lo sabes — me cogió la cara entre sus manos y me miró con cariño —. ¿Confías en mí?
—Claro.
—Pues esta noche seguirás mis instrucciones. Te aseguro que si haces todo lo que te diga, mañana te encontrarás mucho mejor — iba a replicar pero me interrumpió —. No digas nada, sólo vístete.
Agaché la cabeza con un suspiro y me resigné a hacer lo que me dijera. Cuando salí del baño, le pillé cerrando el cajón de la mesilla.
—¿Qué haces?
—Nada, ¿ya estás?
—Sí — me había vestido, lavado y peinado. Ponerme maquillaje me parecía un esfuerzo excesivo.
—Pues vámonos.
En unos minutos me llevaba en su coche con destino desconocido. Al salir de la ciudad me di cuenta de adónde íbamos.
—¿Vamos a la casa de tus padres? No me apetece ver a nadie.
—No te preocupes, están fuera toda la semana.
—¿Y qué vamos a hacer en su casa?
—Vamos a cenar, luego ya veremos. Creo que será bueno para ti sacarte de la rutina.
Llegamos y entramos en su casa. Aunque en realidad era de sus padres, Lucas en verano pasaba allí mucho tiempo. Hacía menos calor que en la ciudad y tenía piscina. Yo la conocía de sobra, había estado allí innumerables veces casi desde mi infancia. Mi amigo preparó la cena y la tomamos en el jardín. Lucas tenía razón. Entre el vino, la charla y estar fuera de casa me relajé y disfruté de la velada. Por un momento me olvidé de mi situación.
Tomamos café ...